La Incertidumbre de Nuestro Origen

¿Dónde se encontraba el alma que somos antes que transcurrieran los 4.700 millones de años cuando se formó nuestro sistema solar?

¿Dónde se hallaba el espíritu al que le decimos Dios instantes antes de que el Big Bang aconteciera?

Somos seres errantes que nos descubrimos en medio de una película con muchos giros de antelación.

Una película constituida por átomos que se formaron hace 14.700 millones de años cuando instantes previos no había esto que percibimos como luz, ya que no había hidrógeno ni helio que se vislumbrará en ninguna parte para darle paso a su fantástica fusión nuclear en un espacio que no se encuentra en ningún lugar.

Solo sabemos que sin las consecuencias de toda la energía liberada para instar a un irreversible efecto dominó, aquí no estaríamos.

Sin duda; quienes nos precedieron, se hicieron las mismas preguntas que sin aún estar en capacidad de escribir al menos una palabra en la pared de alguna cueva, atisbaron éstas en el abismo de su vacuidad.

Todos, pero absolutamente todos, hemos sido impulsados por la necesidad de hacernos de un camino para saciar nuestra supervivencia.

Se dice fácil pero confrontar el medio ambiente con sus temporadas heladas que alternan con otras igualmente espléndidas, distintas y exigentes; cuyas tierras desconocidas que no cesan de navegar en un planeta que debería llamarse agua en lugar de tierra, henos aquí.

La realidad supera la ficción.

Bajamos la mirada — ya que el manto estelar se lo hemos delegado a sus observadores quienes han de estar obsesionados con la utópica, efímera y titánica tarea de tejer la madre de todas las conjeturas — para sumergirnos en nuestro cóctel de dopamina, gracias a luz azul que emana de nuestros móviles por medio de los cuales nos condicionamos con cierta ironía a inmovilizarnos para prestar la «debida» atención.

No es que seamos listos o quizás estúpidos, es que así como el homo sapiens se fajó en ponerle ganas para dar con una llama de fuego y no congelarse, lo mismo aplica para quienes andamos en esta faena.

El aparatico lo es todo.

Es una linterna, es un vídeo, es información vital o que a veces gusta en ser difusamente superflua, puede convertirse en una llamada de emergencia a un asistente virtual que literalmente no existe y al que le podemos solicitar que nos de un mapa detallado de las constelaciones que nos rodean para más o menos determinar dónde es que está aquella estrella que indicaba (según cuentan) que el polo norte está por allá pero un poco más a la izquierda del firmamento.

Ensimismados, atrofiados, sedentarios y adictos no a la cocaína sino al narcisismo, buscamos en ocasiones el espíritu de Dios pero no mirando al cielo sino con unos trillones de átomos a los cuales le hemos dado una novedosa forma que nos ha seducido con la idea de que en la medida en que tengamos más interacción pues las probabilidades de responder a todo aquello que nos inquieta, se encontrarán recompensadas con una sensata insensatez.

Somos una lagartija que se persigue la cola o como me diría una vez un amigo cuyas palabras han quedado plasmadas en mi testa y que por fortuna han logrado permanecer:

¡Mi pana, es que no se ve pero se siente!

EstEparius

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